domingo, 3 de julio de 2011

La Responsabilidad en la Educación de la Persona


El hecho de estar en el mundo nos genera incertidumbre, nos revela como seres racionales que se encuentran sin más defensa que su poder de aprender (racionalidad).
De esta manera, educar a las personas o el simple hecho de influir de alguna manera en su proceso de aprendizaje, implica que se debe tomar una inmensa responsabilidad y conciencia para con su vida y a la vez de la nuestra, puesto que formamos seres humanos. Además, involucra nos genera incertidumbre al preguntarnos si de verdad estamos haciendo bien nuestro trabajo.

Uno de los principales ejes que debe tener la educación es el diálogo por su importancia como medio para alcanzar una visión cada vez más crítica de la realidad. Paulo Freire se refiere al diálogo como: “Decir la palabra verdadera, que es trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres... Decir la palabra, referida al mundo que se ha de transformar, implica un encuentro de los hombres para esta transformación. El diálogo es este encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no agotándose, por lo tanto, en la mera relación yo-tú.”

El alumno al reflexionar sobre su práctica cotidiana y al actuar sobre ella, para convertirla, necesita de la comunicación, ponerse de acuerdo con los demás y escuchar otras ponencias, verificar si lo que se está haciendo es realmente positivo. Así, asumir que nadie tiene la verdad absoluta y aceptar la posibilidad de estar equivocado.
El proceso de acercamiento a los alumnos y escucharlos con el objetivo primordial de compartir las experiencias de vida, la cultura, debiera ser importante para aproximarse a ellos emocionalmente y conocer a cada uno de esos seres humanos. Me refiero a ellos como seres humanos en el sentido estricto de la palabra, según Sartre
El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.
Creo en el constante aprendizaje de y con los alumnos, porque considero que así se debe de dar la verdadera educación, lo que significa que “nadie educa a nadie, así como nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión y el mundo es el mediador”. Es tan importante la aportación de cualquier alumno como la de la educadora, pues la educación no es unidireccional. La educación es bidireccional al involucrar un aprendizaje tanto del educador como del educando.
Cada participante el en proceso educativo se implica al “pronunciar el mundo”, es decir, nos hace parte de su proceso cognitivo al permitirnos compartir experiencias de vida y viceversa.
El amor hacía los educandos es algo que nos compromete humanamente porque “No hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres. No es posible la pronunciación del mundo, que es un acto de creación y recreación, si no existe amor que lo infunda. Siendo el amor fundamento del diálogo, es también diálogo…El amor es esencialmente, tarea de sujetos. Si es fundamental que el sujeto que ama tenga en el ser amado el objeto de su amor, se hace indispensable que aquel sea reconocido por éste también como objeto de su amor. El hecho de ser ambos objeto del amor, uno del otro, los hace sujetos del acto de amar. El amor es un acto valiente, nunca de miedo, es compromiso con el hombre concreto, en el mundo y con el mundo”
Entonces, la responsabilidad del docente es amar a los alumnos, con un amor fraterno de “responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento... Las diferencias en talento, inteligencia, conocimiento, son despreciables en comparación con la identidad de la esencia humana común a los hombres”.
Es sustancial hacer sentir a todos los alumnos igualmente importantes aunque diferentes y únicos, estimulándolos por igual a participar. Lo anterior, se debiera realizar mediante el diálogo que se establece dentro del aula donde se pregunta acerca de los contenidos de la materia y la manera en que pueden darle uso a esos conocimientos en la vida práctica.
La educación nos remite a un ideal humano, a la forma óptima en que debe de ser tanto moralmente como éticamente la persona. “El que el individuo sea consciente de que vive, significa que cada persona es un fin en sí misma, que responde por lo que hace, y que no puede ser tratada únicamente como un medio”
Como una herramienta importante se da cabida a la educación integral “a la unidad de la naturaleza humana... a la unidad y el equilibrio que llegan a constituir la personalidad natural y adecuadamente humana. Es una verdad incontrovertible que lo realmente educativo y formativo está únicamente en lo que alcanza al conjunto de fuerzas de la naturaleza del hombre, esto es, corazón, espíritu y mano...”
Por medio del amor en el aula que es de y para los alumnos, se explota el creer y amar de la fuerza del corazón; con el diálogo, que tiene que ver con la reflexión sobre las prácticas cotidianas, la liberación de la fuerza del espíritu que se encarga de pensar; a través de la elaboración de materiales, la dominación del arte, visto como una habilidad de crear.
Guiar a un ser humano es complejo y no creo que se pueda influir en él en su totalidad. Entonces, el tipo de ser humano que se forma puede ser de tipo participativo y desinhibido en el aula, porque “los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión”. Una persona que se da cuenta de la importancia de expresar sus dudas y comentarios en el aula para su formación. Comprender los fenómenos que acontecen a su alrededor, no como simple espectador, sino como participante de un proceso político, social, cultural y económico sería lo óptimo para la interacción dialógica dentro de la sociedad.
El educando, después del proceso educativo debe verse como un ser que constantemente transforma su mundo mediante la palabra ya que la palabra implica la acción.

En su interacción diaria con la otras personas, debe comprender el papel tan importante que juega al participar activamente con su opinión en procesos de carácter social en los que está involucrado. Al mismo tiempo reconocer el pensar de los demás gracias a que considera cada ponencia tan importante como la suya. Debe saber que el hombre dialógico tiene la capacidad de pensar, crear, hacer, transformar y si está alienado disminuye ese poder.

Un ser capaz de expresar con la palabra todo lo que lo rodea es un ser crítico, entonces ante la opresión cuestiona y no permite de su parte sumisión alguna.
En un contexto donde es tan importante la opinión de la sociedad acerca de los procesos que se dan, creo que debemos formar personas que discutan, interesados por los acontecimientos de la vida diaria, despreocupados de externar su punto de vista. Además, la participación de todos en la realización de tareas como experiencias que les ayude a producir crítica es imprescindible para fundamentarse y para conocer los distintos enfoques de un tema.
La sociedad formada en el diálogo debería practicar la comunicación en cuanto tenga la oportunidad de ella. Transformar su mundo por medio de la humanización (cuando pueden llegar a ser conscientes de sí, de su forma de actuar y de pensar, también pensarán en los demás). Asimilar el principio amoroso, humilde, esperanzado, crítico que origina el diálogo.
En la cultura del diálogo la sociedad debe ser la que de su punto de vista ante situaciones o acontecimientos que les sean de interés, ya que estarían interesadas en participar en las transformaciones de su sociedad y por ende se les dejaría ser.
El diálogo no ha sido el principal medio por el cual me he educado, por ello creo y me permito hablar de la necesidad de establecer un compromiso por lograr que se dé un proyecto educativo que implique la humanización del alumno, la verdadera humanización de la persona.

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